A Cal Y Canto

Casi un año lleva Tomás encerrado en su propia casa. Y no por su voluntad, sino que es rehén del espíritu atormentado de su hermano. Éste murió hará un año; victima del alcohol. Y Tomás, por no dejar de cobrar su pensión, enterró a su hermano en el sótano. Allí lo dejó olvidado, y a las cuatro personas del pueblo, del contó que volvió al asilo donde residió antaño. Y suponiendo que Samuel –el hermano- después de muerto siguió escuchando, decidió que Tomas lo pagaría muy caro.

Una noche mientras el dormía. Las puertas y las ventanas se cerraron a cal y canto. Y cuando Tomás a la mañana siguiente se levantó para ir al mercado, descubrió con asombro que estaba encerrado. Desesperado al ver que no conseguía abrir la puerta, probó con la ventana de al lado; pero tampoco hubo suerte. Luego probó con las de la cocina y los dormitorios; tampoco. Y ya con la furia, del que necesita una copa (o en su caso un cartón de vino) agarró un martillo y se lanzó contra la puerta como poseído. Pero el martillo se le escapó de la mano, y como si alguien se lo hubiese arrebatado, le sacudió en la cabeza un buen testarazo.

Al despertar se encontró en el suelo tirado, y el martillo: ni rastro. No tuvo más remedio que aguantar allí encerrado, gritando tras la puerta por si alguien le echaba una mano. Aquella noche, exhausto por la fatiga, cayó rendido en el sofá y le llego un sueño –que para él-, no tuvo nada de sueño. Su hermano Samuel, que estaba sentado sobre él, le dijo que jamás se hubiese imaginado en vida que su querido Tomás le hubiese hecho aquella jugarreta. Y Tomás se defendía: ¡Que no, Samuel! Que no quería hacerte daño… pero tú ya estabas muerto, y yo necesito tu dinero. ¿A ti qué más te da? Si no lo necesitas donde estás. –Decía. Y Samuel, ya cabreado, le dijo que allí se quedaría a tomar por saco. ¡Por asesino!

Y así fue, que Tomás por más que lo intentó, en todos aquellos meses no consiguió escapar de su opresor. Con el paso del tiempo, le cortaron la luz y el agua por impago. Pues todos creían que se había ido con su hermano. Y lo peor de todo aquello (si es que algo podía ser peor) fue su nueva dieta compuesta de ratas e insectos. Y el agua; gracias a un par de goteras, en el invierno se pudo apañar con agua rancia. Y durante los tiempos de sequia… que remedio; orina.

A esto se le sumaban los tormentos a los que le sometía Samuel. Gritos –o más bien aullidos- en mitad de la noche. Patadas y empujones. Algún mordisco cuando cruzaba los pasillos. Apariciones espeluznantes en las que Samuel se mostraba con el vientre hinchado, los ojos ahuecados, la piel cubierta de yagas… Y Tomás apunto estuvo de enloquecer. Pues incluso se intentó ahorcar de una viga, pero Samuel, para no darle tal consuelo; lo bajó de la viga y le dio una buena paliza.

Y cuando paso más o menos un año –pues era difícil llevar la cuenta allí enclaustrado-, abrió la puerta del sótano y bajó cuidadosamente los peldaños. Recordaba bien dónde enterró al hermano: pegado a la esquina del rincón más apartado de la escalera. Allí abajo el ambiente era fresco y húmedo. Y un olor como acre, se le metía por la nariz.

Se arrodilló junto a la tumba y comenzó a escavar la tierra con las manos. No pasó mucho tiempo, hasta dar con el cuerpo. Quitó un poco más de tierra alrededor, y agarrando el cadáver, lo sacó del agujero. Estaba podrido como era de esperar, pero no tanto como debería estar. El ambiente fresco tuvo que ayudar a la conservación de la carne. O eso, o el ferviente deseo del muerto, por complicarle aun más la tarea a su asesino.

Subió las escaleras con el cadáver agarrado por las axilas y se dirigió hasta la puerta de la calle. Cuando giró el picaporte, éste cedió; Tomás salió a la calle con el cadáver a cuestas, y la gente que había por allí se quedó horrorizada al ver aquella aparición ¡Se supone que estaban a kilómetros de allí los dos! Y sin embargo ahí estaba Tomás descolorido, agarrando a Samuel en putrefacción, y gritando: ¡Lo he matado! ¡Lo he matado!

2 comentarios:

François de Fronsac dijo...

Hola.

Vengo leyendo tus relatos y te propongo una idea, ¿por qué no lo haces más visible en la pantalla? Con espacios entre los párrafos, por ejemplo, y justificada.

Es solo una pincelada para que sea más atrayente a la vista.

Saludos

Ikabol dijo...

Muchas gracias por el consejo :). No había caido en eso jeje.

Un saludo :)