A Oscuras

A Diego le asustaba aquella habitación oscura. Siempre le rogaba a su madre que dejara la luz del pasillo encendida, pero ella decía que era ya un niño mayor que no debía de temer a la oscuridad. Pero no era la oscuridad en sí lo que a él le asustaba. Sino lo que salía de ésta. Era lo que se ocultaba tras la puerta del armario, lo que había agazapado bajo la cama, o acechando tras los muebles. Pesadillas ambulantes que le observaban sigilosamente, valorando el momento de asaltarlo.


Él se tapaba la cabeza con la sabana; temeroso de ver aquellos temores avanzando hasta la cama. Pero era caluroso aquel verano, y el calor que se acumulaba bajo la sabana empezaba a asfixiare. Así que con gran alivio, sacó la cabeza de debajo de la sabana. Un aire fresco le inundó el pecho, y se sintió cómodo por un momento. Momento tras el cual vio aquella puerta del armario abierta. Intentó por todos los medios evitar aquellos espectros, pero la puerta se había abierto y ahora estaban allí dentro. Si se levantaba para ir a cerrarla, era casi seguro que una mano le agarraría por debajo de la cama. Se encogió en forma fetal, por si los monstruos lo agarraban por los pies. Cerró los puños y empezó a rezar “Que se haga de día”. Pero el reloj no estaba de su parte y se tomó su trabajo con demora.


Y fue al cerrar sus ojos con fuerza cuando vio a los monstruos con nitidez. Uno tenia la forma de aquel examen que le esperaba mañana; que luego mutaría en suspenso. Otro del niño que se burlaba de él cada día delante de sus compañeros. Y lo que le doria más aún, delante de Marta: aquella chica que tanto le gustaba. Pero éstos no eran más que demonios pequeños que revoloteaban en torno a aquella infernal pesadilla. El que tenía forma de acaloradas discusiones entre sus padres, y cuyo rugido le hacía temblar y sollozar. Un rugido que parecía decir: divorcio. Palabra horrenda que jamás hubiese querido escuchar.


Finalmente el cansancio se le echó encima. Éste le cerraba los ojos y le abatía persistentemente, hasta que finalmente no pudo seguir resistiendo y se relajó al sueño. Fuese éste cansancio enemigo o aliado, cumplió sobradamente su propósito.
Al despertar, los monstruos parecían haber desaparecido. Pero éstos, aún estaban latentes a su alrededor. Lo que ocurría era que a la luz del día perdían fuerza y eran mucho más fáciles de combatir. Al igual que ocurre con ciertos seres fantásticos; como fantasmas y vampiros. Así que Diego se levantó sin vacilación, dispuesto a enfrentarse a sus pesadillas racionales, pero llenas de imaginación.

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