Efímero

Que desdichado; de no encontrarme aquí recluido, hace ya tiempo me habría ido.

Tengo por consuelo, el pensamiento de que nada es eterno. Y a él me aferro; me aferro como a un clavo ardiendo. El tiempo caprichoso, que parece olvidarse de mí, se burla de mí de un modo grotesco: los minutos como yagas, las horas… que se alargan, los días como semanas, y los años: no me da tiempo ni a contarlos.
¡Que no! No me vengas con consuelos; que no los quiero. Y llévate esa lengua afilada, que cada vez que la empleas, deseo verla profanándome las venas. Pues quizás, ése sea el único pretexto, la única salida de esta mente desquiciada. Y ahora que lo pienso, mi corazón se ha quedado pequeño. Quizás, un corte aquí y otro por allí lo puedan aliviar.

Destino, ¿Por qué este odio hacia mí? Si yo a ti no te he hecho nada… Pero no importa, dejémoslo correr. Supongo que te caigo gordo. Y ahora pásame esas uñas afiladas: un corte aquí y otro allí; Gracias. Los minutos como yagas, las horas… que se alargan, los días que ya no habrá, y los años que no vendrán.
No. No es tan triste, no te aflijas. Es tan sólo distinto; mi mente me aprisiona, me lastima, y yo sólo pienso, que soy efímero –igual que el infinito-. Ahora dame un beso, que lo necesito, para al menos llevarme un buen recuerdo de este sitio.

No hay comentarios: