Yaciendo

No pude acallar; me alimenté de tus heridas
Tú no comprendías necesidad tan impía
De esta lujuria susurrando por mis venas.
Que mama sangre; que llora vida.

Mas ahora yaces sin aliento
Con las lágrimas secándose en tus mejillas,
Con tu corazón ahora marchito,
Y yo ahogado en esta pesadilla.

Pero qué triste te veo
Tumbada en el suelo, yaciendo.
Ya nunca más sentirá mi piel
La tierna caricia de tus besos.

Ya nada sosiega mi desazón
Pues es, vida mía, la falta de tus caricias,
La que mi razón ha desmenuzado.
Y sin alma, ni vida, sólo me queda mi malicia.

¡Pero qué grotesca naturaleza la mía!
Qué horrendo es mi tormento
Pues a los monstruos nos está negada la alegría,
Y mi castigo, tu recuerdo y el remordimiento.


E intenso es mi arrepiento
Y sólo quiero quedarme a tu lado, yaciendo.
Que los cipreses nos cobijen como a los muertos
Que la hierba nos envuelva, que nos meza el viento,
Y abrazados nos quedaremos, yaciendo.
Yaciendo…

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