El Vuelo del Pingüino

Escribo con esputos de inspiración. Peores que los versos sin sentimiento. Me quedo sentado, mirando por la ventana viendo girar el mundo. Girar y girar, y ya me empieza a marear.
Todos los adolescentes quieren ser diferentes. Todos los veteranos, alabados. Los demás, se ríen a bocajarro.

Se como todo el mundo, te suelen decir. ¿Ser como una abeja, imposible de distinguirla de todas las demás? ¡Qué desperdicio de ser humano sería en tal caso! No, gracias, mejor sigo bebiéndome las lágrimas y tejiendo quimeras por las mañanas. Firmando mi ser con cada palabra, y no tan sólo con un garabato… que vulgaridad de acto.
No me conformo con palabras ya formadas. ¿Acaso el diccionario conoce cómo soy y qué necesito? Valiente juego de sobremesa… No, prefiero hablar con neologismos; ser yo mismo. No lo llames prosa poética –ni hablar-, llámalo narraverso.

Ahora no me juzgues de cretino, que todo lo que sé lo aprendí de tus labios cerrados y de tus miradas de soslayo. Y si me atas, romperé la cuerda a mordiscos.
Pero mientras hablo, el mundo sigue girando y girando, y yo ya voy perdiendo el equilibrio.
Se como los pingüinos; las demás aves se ríen de ellos porque no saben volar, mas lo que ellas no saben, es que lo hacen debajo del mar.

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